El entrenamiento auditivo visto como el desarrollo de estructuras de memoria
Ponencia presentada en el Primer Foro de Cultura, Educación e Investigación en torno a la Música, organizado por la Universidad Autónoma de Coahuila en septiembre de 2012.
La capacidad de almacenar información en la memoria y de recuperarla en
el momento adecuado es una condición
indispensable para la interacción efectiva con nuestro entorno. De no contar
con esta capacidad, experimentaríamos cada instante de nuestras vidas como algo
inesperado, nuevo, y no seríamos capaces de relacionarlo con ninguna otra experiencia
inmediata o remota, imposibilitando cualquier posibilidad de comprensión de nuestro
entorno y con esto nuestra sobrevivencia.
Para traer a la consciencia el papel de la memoria en nuestras vidas,
analicemos el conjunto de memorias implicadas en un acto tan cotidiano como
cruzar una calle:
·
Para poder realizar
esta tarea eficientemente recurrimos a una gran cantidad de información
almacenada previamente. Sabemos, para empezar, que tenemos que evitar el
contacto físico con los objetos que se desplazan a lo largo de la calle, ya que
esto nos puede producir daño físico. También sabemos que el grado de
peligrosidad de estos objetos es variable. Una bicicleta es mucho menos
peligrosa que un automóvil, y éste es menos peligroso que un tráiler. La zona de la ciudad en la que nos
encontramos también aporta información que condiciona nuestros actos. Si
estamos en una zona segura y bien urbanizada, tenderemos a confiar más en los
señalamientos y posiblemente no volteemos a ver en el sentido contrario al
indicado. La ausencia de señalización nos indica, por el contrario, que tenemos
que vigilar los dos sentidos de la calle antes de tomar una decisión.
·
Para saber si tenemos
tiempo de cruzar la calle, calculamos la velocidad a la que se mueven los
vehículos mediante la valoración intuitiva de los cambios continuos de
perspectiva y/o del volumen del ruido que emiten. Esta valoración solo es
posible si almacenamos en la memoria cada instante el tiempo suficiente para
comparar la información sensorial recibida con la inmediata anterior.
·
La motivación para
cruzar la calle es un factor a considerar en la toma de decisiones. Si tenemos
prisa debido a un compromiso laboral –el cual tenemos presente también gracias
a que lo recordamos- posiblemente crucemos la calle a pesar de que el cálculo intuitivo
nos indique peligro.
·
Factores de orden
psicológico también ejercen una influencia determinante. Si hemos sufrido un
accidente al cruzar la calle, esta experiencia probablemente esté en nuestra
mente cada vez que crucemos una calle, propiciando que seamos más cautelosos.
·
Una vez tomada la
decisión, nuestra memoria muscular reacciona de manera correspondiente: si
tenemos suficiente tiempo para cruzar lo haremos a un paso tranquilo; si el
tiempo es justo, correremos.
Como puede observarse, todas las etapas de este acto tan cotidiano
requieren o están influidos por diversos procesos de almacenamiento y
recuperación de memorias que confluyen en el tiempo y se desenvuelven en
diversos grados de conciencia. Mientras la cita laboral está en un nivel de presencia
máximo en la conciencia, la memoria muscular se activa automáticamente, los
cálculos de tiempo de velocidad de los objetos en movimiento son intuitivos, y
el accidente que sufrimos en el pasado posiblemente se manifieste de manera
inconsciente en forma de ansiedad.
La
investigación experimental sobre memoria en al área de la Psicología ha
aportado información valiosa sobre los procesos de almacenamiento y
recuperación de memorias. Es imposible en abordar con detalle en el
espacio de este artículo los procesos de memoria, por los que me limitaré a
explicar someramente los principales conceptos vinculados con el tema que nos
interesa: la memoria y sus vínculos con la formación de un oído musical
profesional.
Los diversos tipos de memoria se clasifican fundamentalmente de acuerdo
con tres criterios: el tiempo que permanecen en la conciencia, los mecanismos
de almacenamiento y recuperación y el tipo de información almacenada.[1]
La memoria a corto plazo es información que se mantiene en la conciencia durante
un período muy breve de tiempo, y que pierde si no es almacenada mediante un
proceso consciente repetitivo o si no es suficientemente llamativa o novedosa
como para mantener nuestra atención. Una vez que hayamos cruzado la calle, los
cálculos intuitivos de tiempo que tuvimos que realizar se nos olvidarán:
seguramente ni siquiera seamos capaces de recordar el número de objetos en
movimiento que tuvimos que tomar en consideración para tomar la decisión. La memoria
a largo plazo, por el contrario, es la información que se ha almacenado en
nuestra memoria y que permanece por períodos largos de tiempo. Ésta se
clasifica a su vez en memorias implícitas y explícitas. Las
primeras son actividades musculares o habilidades intelectuales que son
difíciles de verbalizar, y cuyo proceso de
creación no es consciente. Este tipo de memorias se forman de manera
lenta, por medio de una repetición constante y sólo pueden ser refinadas de
manera gradual pero, una vez adquiridas, son recuperadas de manera muy rápida. Continuando
con el ejemplo descrito arriba, caminar o correr son claros ejemplos de memoria
implícita. Las aprendimos durante nuestra primera infancia mediante la
repetición constante, no podemos verbalizar cómo las hacemos, pero se accionan
de manera automática cuando las requerimos. Por el contrario, las memorias
explícitas son eventos organizados en secuencias temporales o espaciales, o
bien conceptos organizados
jerárquicamente que pueden ser recordados, memorizados conscientemente y
verbalizados. Se almacenan en la memoria más rápidamente que las memorias
implícitas, pero su recuperación es relativamente más lenta. El acto “cruzar la
calle” es en si mismo una memoria explícita. Implica una secuencia de eventos
organizados de acuerdo con una secuencia temporal determinada que aprendimos en
muy poco tiempo y que podemos describir detalladamente. Las memorias explícitas
se dividen en episódicas y semánticas. Las memorias episódicas son los recuerdos de
experiencias o eventos que ocurren en secuencias temporales específicas durante
nuestras vidas, de ahí que también se llamen memorias biográficas. Este tipo de memorias se crean rápidamente,
pero son altamente susceptibles de distorsión porque interactúan con otras
memorias y con valores subjetivos. El recuerdo del accidente sufrido es un
ejemplo de memoria episódica. Recordamos más el impacto emocional que nos causó
que la secuencia objetiva de hechos. Por su parte, las memorias semánticas
son conceptos, objetos o eventos organizados jerárquicamente o categóricamente,
como los objetos en movimiento que tenemos que esquivar al cruzar la calle.
Los eventos que ocurren cercanos
en el tiempo o que comparten algunas de sus características pueden conectarse
formando memorias asociadas. El acto de cruzar la calle está asociado
con el accidente sufrido, ya que ambas experiencias comparten las mismas condiciones
contextuales. Pero las memorias asociadas no se relacionan de manera lineal,
sino en extensas redes de memorias interconectadas de maneras más complejas.
Una memoria asociada puede activar otras memorias, que a su vez pueden activar
otras cadenas de memorias asociadas, en un proceso llamado señalización.
Es posible que, por ejemplo, mi mejor
amigo haya estado presente en mi accidente, y el recuerdo de este evento a su
vez me recuerde que mi amigo cumplirá años la próxima semana, lo cual a su vez puede
desencadenar otra serie de memorias, como algún hecho significativo ocurrido en
su fiesta de cumpleaños del año pasado. Y la cadena de memorias asociadas puede
ser interminable. En general, las memorias con más asociaciones, o con
asociaciones más significativas, son las más fáciles de recordar, porque hay
más redes de memorias que nos pueden conducir a ellas. Las memorias asociadas
se activan en diferentes grados de conciencia. La decisión de cruzar la calle
para acudir a una cita laboral activa, como se ha visto, una cantidad enorme de
memorias: “detenerse al llegar a la esquina”, “fijarse en el sentido de la
calle”, “fijarse si hay semáforo”, “evitar contacto físico con los objetos en
movimiento”, y un largo etcétera. Muy pocas de estas memorias están en el
máximo nivel de conciencia al momento de cruzar la calle, pero todas están de
alguna manera presentes en el acto, y se activan cuando es necesario. A todo
este conjunto de memorias que se encuentran en un nivel bajo de conciencia se
les llama memorias preparadas, y son fundamentales para contextualizar
de manera adecuada nuestros actos.
Si
bien la red de memorias asociadas al acto de cruzar la calle es extensa, en
realidad está relacionada con una mínima cantidad de información disponible en
el entorno. Para cruzar la calle no tenemos que tener presente los modelos de
automóviles que tenemos que evitar, ni fijarnos en los rostros de las personas
que cruzarán la calle con nosotros, tampoco tenemos que tener presente el
nombre de la calle que vamos a cruzar, el color de los edificios que están
alrededor, etc. La eficiencia en la interacción con el entorno demanda una
necesaria reducción y organización de la información que debemos procesar. Tres
conceptos de organización de información son relevantes aquí: agrupación, categorización y esquemas.
La agrupación consiste en la capacidad de agrupar eventos en unidades
significativas, de tal manera que la
capacidad de almacenamiento de la memoria es optimizada. Memorizamos
“murciélago” como una palabra, no como cuatro sílabas ni como diez letras. La categorización se refiere a dos
habilidades: 1) la capacidad de agrupar rasgos distintivos y por eso
diferenciar objetos, eventos o cualidades, y 2) ver algunos de estos objetos,
eventos o cualidades como equivalentes,
y asociarlos y recordarlos juntos como una categoría. Muchas categorías
se ordenan en niveles jerárquicos que dependen de cantidad del grado de
generalización o especialización con que definamos el evento u objeto. Por lo
general, nos comunicamos en un nivel intermedio de categorización, llamado nivel básico. Nos referimos normalmente
a ese animal que vuela como murciélago, y no como los únicos mamíferos capaces
de volar y pertenecientes a la orden de los placentarios, y tampoco con el
nombre concreto de su especie. Los esquemas son secuencias de eventos o
situaciones que se repiten en diferentes momentos y tienen aspectos en común. La
exposición constante a esquemas crea modelos abstractos que nos permite
desenvolvernos en situaciones sin tener que valorar siempre cada detalle.
Retomando el ejemplo inicial, si yo cruzo la misma calle a la misma hora todos
los días, en poco tiempo sabré cual es el volumen vehicular, lo que me
permitirá calcular mejor mi tiempo de traslado.
¿Cómo se
vinculan estos conceptos con la clase de Entrenamiento Asuditivo? Para responder esta pregunta es necesario revisar
las definiciones y objetivos generales de la materia que declaran algunos de
los pedagogos más reconocidos.
Quizás la
definición más completa de la materia la ofrece Mackamul:
El Adiestramiento Auditivo pretende formar
una conciencia auditiva, para oír conscientemente sonidos y sonidos
musicalmente relacionados entre sí. Pretende desarrollar en el alumno la
representación de la escritura, la audición y ejecución musicales,
integrándolas en una imagen global, la audición
interna. Pretende capacitarlo para que conscientemente pueda captar,
retener y reproducir los sucesos musicales, más concretamente: el alumno debe
aprender a reconocer y nombrar los sonidos y sus relaciones contextuales por él
escuchados, o sea, a definirlos técnicamente. Debe aprender a traducir ejemplos
musicales a signos musicales con la ayuda de dicha definición. De la misma
manera, esa definición debe hacerlo capaz de reproducir en su instrumento lo
que haya escuchado. Además, debe poder traducir en sonido lo que perciba por la
vista, es decir, debe poder cantar un texto musical y debe poder imaginar cómo
suena una partitura compleja. [2]
De acuerdo
con Mackamul, un músico profesional debe ser capaza de escuchar, interpretar,
representar e imaginar música de manera consciente, entendiendo por consciencia la comprensión las funciones
estructurales de los componentes de la
música. Mackamul da un énfasis especial a la capacidad de crearse
representaciones sonoro-musicales conscientes como condición de una práctica
musical consciente, al grado que sugiere que el nombre completo de la
materia debería ser La Educación de la
representación auditiva interna consciente.[3]
Romero, siguiendo una línea de
pensamiento semejante, declara que
Los procedimientos metodológicos [de
la metodología propuesta para la enseñanza de Entrenamiento Auditivo] están
diseñados para asimilar los conocimientos y desarrollar las habilidades
necesarias para escuchar, representar e interpretar conscientemente los
elementos fundamentales que intervienen en un fenómeno sonoro global. [4]
y define el
oído interno como ”la capacidad de crear y transformar mentalmente imágenes
sonoras”.[5]
Esta línea conceptual, con matices que no alteran su esencia, es
señalada también como por muchos otros
pedagogos como la que mejor define los objetivos
finales del entrenamiento auditivo. Karpinski, por ejemplo, habla de “pensar en música”, haciendo
una clara analogía con el estudio de un idioma, el cual se domina cuando se
aprende a pensar en el idioma nuevo
(y no haciendo una traducción simultánea al idioma materno), e introduce
el concepto auralizar, definiéndolo como la “capacidad de escuchar mentalmente en ausencia de sonido físico”. [6]
Benward & Kolosick, por su parte, hablan de escucha inteligente:
La escucha inteligente
es la cosa más importante que un músico hace. Sin importar que tan alto nivel
de destreza y precisión es alcanzada con el instrumento o la voz, el éxito es
inevitablemente limitado y regulado por la habilidad de el oído de discriminar
y guiar la interpretación musical. [7]
Esta escucha (interna y externa) consciente puede entenderse como una
extensa y compleja red de memorias asociadas, sonoras y conceptuales, estructuradas
de acuerdo con principios de organización musicales, que se activan mediante
estímulos sonoros o visuales. De una manera un tanto esquemática y expresada en
términos coloquiales, podría decirse que un músico tiene un mejor oído en la
medida que haya interiorizado más estructuras sonoro-musicales y
teórico-musicales, y en la que éstas estén más fuertemente entrelazadas en sus
procesos auditivos.
No es posible de ninguna manera afirmar que las redes de memorias
especializadas se construyen y asocian de acuerdo con modelos únicos y válidos
para comunidades amplias de seres humanos, ni siquiera para aquellas que
comparten fuertes vínculos culturales. Las redes de memorias sonoro-conceptual-musicales
se construyen desde la primera infancia, y en su conformación intervienen
factores de orden cognitivo y educativo que van más allá de los vinculados
directamente con la formación musical. Tampoco es posible afirmar que todas las
redes de memorias sonoras cumplan las condiciones declaradas por los pedagogos
como escucha consciente. Para explicar cómo interactúan estas redes de memoria en
una actividad musical y cómo se relacionan con una escucha consciente, analicemos
algunas de los procesos involucrados en la creación y/o recuperación de la representación
sonoro-mental de la primera frase del primer movimiento de la Sonata para piano
K. 332 de Mozart:
Algunos músicos ni siquiera necesitarían ver la partitura para cumplir la
tarea: la representación sonoro-mental surgiría de manera automática
simplemente al leer “Sonata para piano K. 332 de Mozart” (concepto que actúa
como señal), ya que esta representación posiblemente forme parte de su archivo
de memorias. De hecho, ni siquiera se necesita tener un entrenamiento musical
profesional para recuperar la memoria sonora de esta obra: un melómano podría
recuperarla fácilmente si la ha escuchado un número de veces suficiente. Esta
memoria puede ser haber sido creada de diversas maneras. Las más comunes
son: 1) inconscientemente, mediante una escucha pasiva repetida durante
un período de tiempo, 2) de manera involuntaria, durante el proceso de su
estudio en el instrumento o de su
análisis musical, y 3) de manera voluntaria, cuando por un interés
personal nos creamos su representación
sonora, normalmente mediante una escucha activa. En un sentido estricto,
ninguno de estos procesos de creación de la representación mental de la sonata
de Mozart cumple con las condiciones de una escucha consciente, porque la
representación no fue creada desde la comprensión de las funciones
estructurales de los componentes de la obra, ni se trata de una memoria
estructurada de acuerdo con los principios de organización del sistema tonal. Podemos
escuchar una y otra vez este fragmento hasta tenerlo en la memoria y ser
capaces de recuperarla en cualquier momento, y al mismo tiempo ser totalmente
incapaces de transcribirla, de saber el cifrado o de comprender cómo interactúan
sus componentes para crear un discurso coherente. Esto no quiere decir que
estos procesos de creación de representaciones no sean útiles para la clase de
Entrenamiento Auditivo. Al contrario, un estudiante con un gran archivo de
memorias musicales tiene más posibilidades de aprender a construir
representaciones mentales musicales conscientes, pero, para que éstas sean
útiles, es necesario asociarlas con conceptos teóricos, en un proceso de
abstracción de la memoria musical en categorías y esquemas transferibles a
otras experiencias musicales. Otros músicos podrían tener en la memoria la
representación mental de esta obra sin haberla asociado al concepto “primer
movimiento de la Sonata para piano K. 332 de Mozart”, pero al ver la partitura, que actúa como señal,
podrían recuperarla. Este proceso de recuperación implica redes de memoria más
especializadas, en las cuales representaciones musicales visuales están
asociadas con sus representaciones sonoras correspondientes. Sin embargo,
tampoco se trata de una escucha consciente, por las mismas razones explicadas
arriba: la memoria recuperada no fue necesariamente construida desde la
comprensión estructural de los componentes de la obra. En los procesos
descritos hasta ahora, la memoria sonora del fragmento de esta sonata de Mozart
puede ser biográfica, si está vinculada con algún aspecto de nuestro pasado no
intrínsecamente musical (un padre melómano que adoraba esta sonata), o
implícita (el estudio de la obra en el instrumento). Pero el hecho de tener esta
memoria sonora no significa que se la comprenda.
Como he mencionado
repetidamente, la escucha consciente es aquella que opera desde la comprensión
de los procesos de organización musical. Aunque los componentes de esta
definición pueden ser ampliamente discutidos desde una perspectiva teórica y
perceptiva (¿qué es proceso de organización musical? ¿cúal es el marco
conceptual musical más apto para sustentar una formación auditiva? ¿los
conceptos teóricos son equivalentes categorías y esquemas perceptivos y, por lo
tanto, útiles como categorías y esquemas de memoria?), esta discusión rebasa
con mucho las dimensiones de este artículo y también los alcances de la clase
de Entrenamiento Auditivo. Ésta se apoya en los conceptos teóricos más comunes
y aceptados por la visión más general de la teoría musical desde hace un siglo
aproximadamente, y que tiene amplia difusión en libros más difundidos de
armonía y análisis musical. En lo que respecta a la tonalidad, hay poca
discusión relacionada con la validez de los conceptos básicos, y éstos han sido
ampliamente incorporados a los libros de Entrenamiento Auditivo desde hace
décadas. El concepto más relevante que nos concierne ahora es del de funciones
tonales que se refiere a que los sonidos no se entienden como entidades
aisladas, sino vinculados entre sí en un sistema jerárquico en la cual sus
relaciones con la cual la tónica determinan sus funciones estructurales. Así,
pueden distinguirse cuatro niveles de función: 1) función de un sonido en
relación con la tónica, 2) función de un sonido en relación con la armonía, 3)
función de los acordes en relación con la tónica, y 4) función de las
relaciones armónicas en un plan formal. Una escucha consciente sería entonces,
de acuerdo con los pedagogos citados, aquella que es capaz de guiar su audición
y crearse representaciones sonoro-musicales de acuerdo con esta red de
funciones tonales. Siguiendo este orden de ideas, una representación sonora
consciente de la primera frase de la Sonata para piano K. 332 es aquella que se
crea a partir de la recuperación de memorias estructuradas de acuerdo con estos
niveles de funcionalidad. Existen múltiples caminos posibles de
recuperación-construcción consciente. Ejemplifico de manera superficial solo algunas
de las posibilidades:
·
La partitura ofrece
información teórica que actúa como señal para la recuperación de un conjunto de
memorias iniciales: la tónica es Fa y está en modo mayor. La primera es una
información categórica que actúa como señal de la memoria “sonido Fa”. La
segunda señaliza una memoria esquemática que ordena el universo de sonidos en
categorías dependientes del “Fa". El “La” se categoriza como “tercer grado”;
el “Do” como “quinto grado”, etc. Este nivel de memorias estructuradas prepara
el contexto sonoro interno que permite crearse la representación mental consciente de las líneas melódicas de
la obra de Mozart, pero no sería suficiente para crearse una representación
rápida y eficaz de la suma de todos sus componentes en una sola representación mental.
·
Una representación mental
que incluya todos los componentes de la partitura requiere de memorias sonoras más
estructuradas, que permitan agrupar los sonidos en unidades coherentes y
secuencias temporales de acuerdo con los principios del sistema tonal. Estas unidades y secuencias son
memorias organizadas categórica y categorías y esquemáticamente. Las
formaciones triádicas se clasifican en categorías, y los ciclos cadenciales son
esquemas temporales. A su vez, los acordes se categorizan de acuerdo con su
función estructural en Tónica, Subdominente y Dominante. Las redes de memorias
más especializadas son las que integran estas categorías y esquemas en un solo
acto cognitivo. Así, los sonidos de la mano izquierda del segundo compás no son
ni “Fa”, “La”, “Do” y “Mib”, ni se integran solamente en la categoría “acorde
mayor con séptima menor”, sino que también pertenece a la categoría “Dominante”
que forma parte del esquema “Dominante secundaria del cuarto grado”.
·
El esquema
“Dominante secundaria del cuarto grado” pertenece a otro esquema más general,
el “ciclo cadencial Tónica-Subdominante-Dominante” que es desplegado en el
tiempo con las categorías de acordes “primer grado en estado fundamental”,
“quinto del cuarto”, “cuarto en segunda inversión” y “quinto con pedal de
tónica”.
Esta secuencia lógica de recuperación de memorias y construcción de
representaciones mentales involucra conocimientos teóricos básicos, que se
asimilan en poco tiempo, ya que se trata de conocimiento explícito. Sin embargo, cualquier profesor o estudiante
de Entrenamiento Auditivo sabe lo lento que es la asimilación de memorias
sonoras, porque son implícitas; es decir, se forman lentamente a través de la
repetición constante. La escucha
consciente de fragmentos de música medianamente complejos es una meta ideal, imposible
de lograr en la mayoría de los estudiantes. Sin embargo, a pesar de ser una
meta inalcanzable en el corto período de tiempo que dura la materia en la
formación total de un músico, considero que aun así debe ser el principal
objetivo a segur. La razón es sencilla: se trata de educar para el futuro, no
para el presente. Una metodología cuya meta sea la creación de redes de
memorias estructuradas musicalmente permite sentar las bases para un desarrollo
auditivo posterior y una mejor comprensión de los procesos de construcción
musical y, por lo tanto, mayores posibilidades de realizar música con un mayor
nivel de consciencia. Con el tiempo y durante toda una vida dedicada a la
música, la escucha de categorías puede llegar a ser muy especializada, y los
esquemas temporales dan paso a esquemas más elaborados. Por esto, mas que
trazarse metas cuantitativas e inalcanzables, la clase de Entrenamiento
Auditivo debe enfocarse en el desarrollo de redes de memorias de categorías
y estructuras básicas pero firmemente
asociadas, así como proveer al estudiante de herramientas de estudio y hábitos
de escucha que guíen sus procesos auditivos.
[1] La definiciones sobre los diversos tipos de memorias y
sus relaciones con la percepción y cognición musical están tomadas del libro de
Bob Snyder Music and Memory, An Introducction (MIT, 2000)
[2] Mackamul. R. (1982) Sensibilización al Fenómeno Sonoro.
UNAM, México, p.
18. Negritas del autor.
[6] Karpinski, G. (2002). Aural Skills Acquisition. The Development of
Listening, Reading, and Performing
Skills in College-Level Musicians. New York. Oxford University Press. p. 49
[7] Benward &
Kolosick, (2000). Ear
training: a Technique for Listening. The McGraw-Hill Co, Introducción
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